JJ Palomares
Hay puntos de intersección en nuestra vida consciente que se parecen mucho a los sueños. O mejor, una réplica de ese mundo ¿virtual, o encuentro de todos los egos? Intersección del yo niño, del yo adulto, el yo alegre, el yo desdichado, el yo en el suelo, el yo que vuela, el yo roca, agua y viento. Cada ego acompañado de cada lugar y tiempo tan de esa etapa de nuestras vidas que es capaz de darnos más vidas que un gato, de más colores y matices que la Amazonía.
Hay lugares de encuentro en la vida consciente que nos da la polivalencia de un caleidoscopio, pero de todas las figuras al mismo tiempo, no la capacidad de mutarse, sino de ser todas a la vez.
Hay momentos en la vida consciente donde se fusionan todos los elementos para darnos esencia de viento y quitarnos el ser de nuevo porque al momento que somos dejamos de serlo, para ser otra cosa absolutamente efímera.
Ahora mismo es un momento de encuentro de todos mis yos para darme la felicidad del ser feliz sin serlo, un rayo de sol que calienta un costado de mi cara, refrescada al mismo tiempo por la brisa amigable, un momento donde el sueño dirige mi esencia con ese recuerdo del inconsciente amorfo pero dador de ser. Los recuerdos dramatizados en ese otro plano de nuestras vidas, teatro donde cada sueño presenta los absurdos libretos escritos por la experiencia se entrecruzan para despojarme del mundo material y dejarme desnuda el alma.
Hay un lugar en nuestro cuerpo donde se registra esa intersección, que funciona como una especie de archivo y también como una alarma que nos avisa que estamos frente a la aglomeración de nuestros egos. Supongo que ese sinsabor en la lengua, esa mezcla de sabores imperceptibles se pueden interpretar como serenidad, o más bien como la nada.
Quisiera reemplazar esa nada por el agridulce de un mango pintón que me saque de este Edén de cálido sol y fresca brisa, de este sueño seductor y de la comodidad de esta hamaca. Todo demasiado perfecto como para creer que es verdad. A lo mejor es la existencia que cae sobre mi pecho con todo su peso que me propone la falsedad de este momento.
Hay un momento en la vida consciente que nos pone justo al frente a aquello que somos, que fuimos y que queremos ser pero que en el mejor de los casos rechazamos profundamente.
03/2007
Hay puntos de intersección en nuestra vida consciente que se parecen mucho a los sueños. O mejor, una réplica de ese mundo ¿virtual, o encuentro de todos los egos? Intersección del yo niño, del yo adulto, el yo alegre, el yo desdichado, el yo en el suelo, el yo que vuela, el yo roca, agua y viento. Cada ego acompañado de cada lugar y tiempo tan de esa etapa de nuestras vidas que es capaz de darnos más vidas que un gato, de más colores y matices que la Amazonía.
Hay lugares de encuentro en la vida consciente que nos da la polivalencia de un caleidoscopio, pero de todas las figuras al mismo tiempo, no la capacidad de mutarse, sino de ser todas a la vez.
Hay momentos en la vida consciente donde se fusionan todos los elementos para darnos esencia de viento y quitarnos el ser de nuevo porque al momento que somos dejamos de serlo, para ser otra cosa absolutamente efímera.
Ahora mismo es un momento de encuentro de todos mis yos para darme la felicidad del ser feliz sin serlo, un rayo de sol que calienta un costado de mi cara, refrescada al mismo tiempo por la brisa amigable, un momento donde el sueño dirige mi esencia con ese recuerdo del inconsciente amorfo pero dador de ser. Los recuerdos dramatizados en ese otro plano de nuestras vidas, teatro donde cada sueño presenta los absurdos libretos escritos por la experiencia se entrecruzan para despojarme del mundo material y dejarme desnuda el alma.
Hay un lugar en nuestro cuerpo donde se registra esa intersección, que funciona como una especie de archivo y también como una alarma que nos avisa que estamos frente a la aglomeración de nuestros egos. Supongo que ese sinsabor en la lengua, esa mezcla de sabores imperceptibles se pueden interpretar como serenidad, o más bien como la nada.
Quisiera reemplazar esa nada por el agridulce de un mango pintón que me saque de este Edén de cálido sol y fresca brisa, de este sueño seductor y de la comodidad de esta hamaca. Todo demasiado perfecto como para creer que es verdad. A lo mejor es la existencia que cae sobre mi pecho con todo su peso que me propone la falsedad de este momento.
Hay un momento en la vida consciente que nos pone justo al frente a aquello que somos, que fuimos y que queremos ser pero que en el mejor de los casos rechazamos profundamente.
03/2007
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